jueves, 24 de abril de 2014

El puente.

   Tembló la tierra, y como si de una película de ciencia-ficción se tratase, el pueblo se partió en dos. Una enorme grieta se abrió a los pies de sus habitantes. Familias enteras quedaron separadas. Muchos cayeron al vacío en un inútil intento de cruzar al otro lado, en busca de sus hijos, de sus mujeres o de sus padres.
   Después del gran estruendo y de los gritos sin consuelo, se hizo el silencio. Nadie se atrevió a asomarse a la enorme sima cuyo fondo no podía verse.
   Pasaron meses, y todo seguía igual, parecía que la gente se había adaptado a vivir cada uno en una parte del pueblo. Como si no les importara estar separados.
   Ruth parecía ser la única que pensaba como unir de nuevo ese pueblo roto, partido en dos. Ideó la manera de construir un puente, algo tan sencillo, pero que parecía que a nadie se le ocurrió. Habló con los de su lado, convocó reuniones, pero la gente no le hizo caso.
 - Es muy costoso construirlo...
   Entonces Ruth decidió hablar con los del otro lado. Gritó y gritó, pero nadie se acercó a escucharla. Hizo una enorme pancarta, y la colocó enfrente para que la vieran.
   CONSTRUIREMOS UN PUENTE ENTRE TODOS.
   La gente lo leía y pasaba de largo.
   Incomprensiblemente, todos dejaron de hablar a Ruth. Pasaron años, y todo seguía igual, ya eran dos pueblos diferentes. Ruth fué envejeciendo lentamente, apenas salía a la calle.
   Una mañana, al pasar por su puerta, unos niños notaron un desagradable olor. Avisaron a sus padres, y éstos a la policía, que, al abrir la casa, encontraron el cadáver de Ruth, medio descompuesto. Llevaba semanas muerta, pero nadie la echó en falta.
   Trasladaron el cadáver al anatómico-forense, para hacer la autopsia. Sobre una estantería, entre unos libros viejos, quedó el plano de un puente...

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