miércoles, 24 de diciembre de 2014

Angelito.

   Tenía un angelito. Cada noche me transportaba en una nube de terciopelo blanco hacia un mundo de color y fantasía.
   Una noche mientras sobrevolábamos el océano, al borde mismo de la nube, me asomé a ver el mar, era de un azul intenso y se reflejaba en él la luna llena.
   De pronto sentí un golpe seco en la espalda, me tambaleé, perdí el equilibrio y caí al vacío...
   Mi ángel me había empujado. Mientras caía a gran velocidad, aún pude mirar hacia arriba, y allí estaba, sentado en su nube, con sonrisa malévola y ojos perversos.
   A pocos metros del agua, dura como hormigón, mi cuerpo sólo esperaba el golpe final...
   Desperté sobresaltada y sudorosa, con el corazón al borde del infarto.
   Angelito...

lunes, 22 de diciembre de 2014

Para nuestra Lily.

  Ya no existe el tiempo,
porque se detuvo
cuando te fuiste.
  Y dejaste un aroma
a rosa y jazmín
que perfuma
cada rincón de Talismàn,
cada rincón de Escape.
  Y tu recuerdo sigue vivo
en nuestra mente,
y en cada uno
de nuestros corazones.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Lágrimas.

   Esas lágrimas
que se escapan
por el desagüe
de la ducha,
esas lágrimas
que nadie ve,
y que arrastra
el agua,
como barquito
tocado y hundido,
y sin poder
salir a flote...

viernes, 19 de diciembre de 2014

Hay otra publicidad...




         Me conmovió el niño escritor.




     

Navidad.

   Como cada año, Carlos acudió al centro de Madrid en Navidad. Él sabía que las cosas eran diferentes desde hacía un año, aunque no entendía muy bien el por qué.
   Su padre se quedó en paro, y tras varios meses sin poder pagar la hipoteca, el banco les embargó la vivienda. Ahora vivían en casa de sus abuelos maternos, y aunque con estrecheces, al menos no les faltaba un plato de comida.
   Este año Papá Noel le dejó un osito de peluche, que Carlos llevaba abrazado mientras contemplaba el espectáculo de Cortylandia. A su alrededor, otros niños jugaban con sus respectivos juguetes, la mayoría electrónicos, otros niños estrenaban bicicleta o patines. Carlos otros años también recibió muchos juguetes, por eso miraba a los niños con cierta envidia, pero callaba...
   Su madre hizo un gran esfuerzo para llevarle a ver la ciudad iluminada, para que Carlos pudiera disfrutar como siempre de la Navidad. 
    En una esquina de la Gran Vía, Carlos vió un niño de aspecto triste abrazado a su madre. Estaban sentados en el suelo y apenas unas monedas sobre un cartón parecían ser su única posesión.      
    La gente pasaba a su lado sin ni siquiera mirarlos. Un hombre que corría a coger el autobus, dió una patada al cartón y las monedas se diseminaron por la acera.    
    Carlos se soltó de la mano de su madre y corrió a recogerlas. Miró al niño, y sin dudarlo, le dió su osito de peluche. Después volvió a agarrarse a su madre y continuó caminando. Al volver la vista atrás vió al niño abrazado al oso, apretó la mano de su madre, que agachándose le besó en la frente.   
     Así fué como Carlos descubrió que el verdadero espíritu de la Navidad está en compartir y hacer felices a los demás.



lunes, 15 de diciembre de 2014

Nada de nada.

La espuma del mar.
Un grano de sal,
o de arena.
Una hebra de pelo.
Una mano sin dueño.
Un instante de miedo.
Una nota perdida.
Una palabra vacía
en un poema.
Una luz de mañana.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie.
Un copo nieve.
Una lluvia que llueve.
Un pensamiento.
Un abismo entreabierto.
Una palabra callada.
Un "lo siento".
Un paso sin huella.
Soy un camino
que no tiene destino.
Una estrella apagada.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie.
Un soplo de vida.
Una verdad que es mentira.
Un sol de invierno.
Una hora en tu noche.
El silencio de adioses.
Un sin quererlo.
Un segundo en tus sueños.
Soy un peldaño
subiendo tu escalera.
Una gota sin agua.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie...

          Cecilia.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Luces...

   Miré fijamente al sol, como retándole con la mirada, sin parpadear. No sentí nada, no quemaban mis ojos, seguía viendo nítida esa luz que desprendía, pero no hería mis retinas, no entendía por qué. Seguí mirando, aunque la luz ya era tenue, no deslumbraba tanto,  entonces empecé a ver más claro en esa ligera semioscuridad, ví la luna, clara y bella. Y sentí, muy a mi pesar, que a veces las cosas no son lo que parecen, o lo que creemos ver...

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Otoño...

   Afuera llueve. Las hojas que cayeron de los árboles yacen empapadas, ya es de noche,  pero las nubes no dejan ver la luna...
   En el silencio solo escucho caer el agua a borbotones, no sopla el viento, no  veo estrellas tras el cristal, es triste esta noche sin luna...
   El sonido del agua parece producirme sueño, cierro los ojos pero no logro dormirme, aunque siento relativa paz, algo me inquieta, algo me falta, me abrazo a la almohada, la lluvia cae ahora más fuerte, me levanto, y tras abrir la puerta salgo afuera descalza. Siento caer el agua por mi cara, está fría, pero es clara, giro sobre mí misma mirando hacia arriba. Desconsolada, vuelvo a entrar dentro de casa, mis pies están helados.
   Intento secarme, estoy tiritando, vuelvo a la habitación y subo la persiana. El cristal está mojado, desde la cama contemplo la oscuridad absoluta de esta noche sin luna...

martes, 25 de noviembre de 2014

Volver.

   Miedo súbito
a ser un punto
en el horizonte.
- a volver a ser
un punto en el
horizonte-,
que apenas
perfila su forma.
   Miedo al rechazo,
al no ser,
no sé...,
al silencio absoluto
de unos ojos
que no ven.
   A esa ruleta que gira
para siempre volver
a no ser
más que un punto
en el horizonte,
que apenas nadie
puede ver.

martes, 11 de noviembre de 2014

11-11 El mejor regalo.






   Hoy sale a la venta el nuevo disco de Pablo Alborán, todo un regalo para los oídos.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

Gracias.


 


   Hay cosas pequeñas que pueden cambiar tu estado de ánimo, entonces dejan de ser tan pequeñas, porque junto con otras cosas pequeñas, van tejiendo grandes cosas, y forjando una verdadera amistad. Gracias Pao, yo también te quiero. Un besazo.

domingo, 26 de octubre de 2014

Tu voz.

   Regálame tu voz
para huir de este silencio,
melodía imaginaria,
susurro del viento
que a veces sopla
cual huracàn,
y a veces gime
como lamento.
   Dame,
comparte palabras y risas,
deja que sea el recuerdo
quien no olvide
cada agudo, cada grave,
déjame al fín escuchar
ese regalo tan grande
que nunca quisiste entregar.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Seguir soñando.

Soñaba,
era de día,
que soñaba que
era el día de mi sueño,
y que ese día
ya no era un sueño,
mas, si ya no sueño
con ese día,
¿Cómo conciliar el sueño?

jueves, 16 de octubre de 2014

La casita del árbol. (3).

   Daniel recogió la foto del suelo, antes de devolvérsela a Anna, la contempló con curiosidad. Era una típica foto familiar, una niña abrazando a sus padres.
   - ¿Eres tu?. - preguntó Daniel -.
   Anna hizo un intento de hablar, pero no le salieron las palabras, asintió con la cabeza. Su gesto era de amargura.
   Daniel no quiso preguntar más y devolvió la foto a Anna, que con extremo cuidado volvió a introducirla dentro del libro.
   Anna fué a buscar algo de fruta para ofrecerle, mientras, Daniel observaba todo el interior de la cabaña. En una esquina había una caja grande, como un baúl repleto de ropa de niña y sobre ella, dos pasaportes americanos. Daniel abrió uno de ellos y leyó: Frederic Carter. Miró la foto y el rostro le resultó conocido. Luego abrió el otro pasaporte, como imaginaba era de Anna, en la foto era muy pequeña, como de seis o siete años, ahora calculaba que tendría unos veinte, ¿llevaría allí tanto tiempo?. Daniel esperaba que en cualquier momento su padre aparecería por allí.
   Anna volvió con la fruta, que ofreció a Daniel con una sonrisa. Éste tomó una manzana roja que mordió con gusto.
   - ¿Dónde está tu padre?. Ví los pasaportes... - dijo él -.
   Anna molesta huyó corriendo, descendió del árbol y desapareció entre la maleza. Daniel observaba desde arriba tratando de entender. Viendo que no volvía, salió en su busca, sabía que era inútil llamarla porque ella no podía contestar. La encontró al pie de un acantilado con los ojos llorosos. Casi por inercia la abrazó como entendiendo lo que sentía Anna y lo que necesitaba en ese momento.
   Volvieron despacio a la casita. Anna tomó una libreta del bolsillo de Daniel y su bolígrafo, quería contarle todo...
   En pocas palabras y con escritura infantil, Anna contó su historia, una historia que era toda su vida.
   Daniel no podía creer que en tanto tiempo nadie hubiera pasado por allí. De su cartera sacó un ordenador portátil, Anna observaba con curiosidad, nunca había visto uno tan pequeño.
   - Imposible que funcione aqui - pensó -.
   Daniel tecleó Frederic Carter.
   Al momento aparecieron en la pantalla varias fotos del padre de Anna.
   La joven tuvo un impulso como de abrazar la pantalla, luego sus ojos se cubrieron de nuevo de lágrimas.
   -¡Productor de cine!, claro que me resultaba conocido...
   Luego siguió leyendo toda la historia de su misteriosa desaparición y de la interminable búsqueda de él y su hija que apenas contaba siete años.
   Su madre Jane, dejó el cine y sufrió varias depresiones. En la actualidad vivía recluída el su mansión de Los Angeles en la más absoluta soledad.
   Realmente era un buen artículo para su periódico, pero lo que más le preocupaba era el estado de Anna.
   Envió un mail al periódico, informando de la noticia, y a continuación otro a la policía de Hamilton para que prepararan una ambulancia. Habló con Anna, le dijo que ya era hora de salir de allí. Los dos bajaron del árbol por la desgastada cuerda, y una vez abajo, Daniel tomó algunas fotos de la casa.
   Subieron al bote neumático que les conduciría al yate anclado, y una vez dentro, los dos contemplaron la isla. Anna pensó que sería la última vez que la vería, eso le dió inseguridad, pues no sabía qué le deparaba el destino a partir de ahora.
   En el hospital le hicieron toda clase de pruebas para ver su estado de salud. Tenía carencias alimenticias y falta de algunas vitaminas, pero por lo general se encontraba bastante bien.
   Esa noche no pudo dormir, era raro pero extrañaba su colchoneta de plástico. Al fín cayó rendida casi al amanecer.
   Se despertó muy entrada la mañana. Abrió los ojos y vió un rostro envejecido, pero muy tierno a pesar de su gesto de sufrimiento.
   - Ma....má, ¡mamá!.
   Anna abrazó a su madre, sabiendo que ya no tenía nada que temer.
   Daniel tuvo mucho éxito también con su novela "La casita del árbol", y jamás perdió contacto con Anna, que recuperó su vida y junto a su madre consiguió borrar sus traumas, así como Jane volvió a una vida sociable y feliz junto a Anna.

sábado, 11 de octubre de 2014

La casita del árbol. (2).

   El avión despegó a la hora exacta del aeropuerto de Los Angeles. Fred mostraba a su hija cómo el paisaje se hacía cada vez más pequeño y lejano, hasta desaparecer. Ahora el avión parecía flotar sobre las nubes. La nlña agarraba fuertemente la mano de su padre para sentirse segura. Este viaje era su regalo de cumpleaños. Fred era un conocido productor cinematográfico, pasaba mucho tiempo fuera de casa, le había prometido a Anna un cumpleaños muy especial, sobre todo porque le iba a dedicar todo su tiempo a ella sola.
   La madre de Anna era una mediocre actriz de segunda fila, estaba rodando una película en Europa, por lo que no podía acompañarles.
   El avión llegó a su destino a la hora prevista. Un lujoso coche les estaba esperando para trasladarles al hotel. En el hall les esperaba la directora, que con un gesto hizo entrar un grupo de payasos que tropezaban con sus zapatos al andar. Desde arriba comenzaron a caer globos de colores que pronto dejaron el suelo como un mosaico multicolor.
   La fiesta fuė muy divertida. Todos los niños que se hospedaban en el hotel fueron invitados. Pero para Anna ėsto no era nada especial, estaba acostumbrada a estas cosas, así como a recibir toda clase de regalos. Ella sabía que el mejor regalo vendría después, y que era disfrutar de su padre.
   A la mañana siguiente, Fred alquiló un precioso yate en el que pensaba pasar el resto de las vacaciones junto a Anna. Dejó en el hotel su teléfono móvil, quería dedicar todo el tiempo a su hija sin que nadie les molestase. El tiempo parecía bueno y Fred ya conocía las islas Bermudas, tomó rumbo norte, el primer día quería enseñar a pescar a Anna, y él sabía dónde estaban los mejores bancos de peces.
   El mar estaba en calma, así Anna, con sus siete años recién cumplidos, pescó su primer pez. La sonrisa no le cabía en la cara. Su padre le abrazó y tomó en brazos dándole varias vueltas en el aire. Entre los dos pescaron más que suficiente para comer. A lo lejos el cielo comenzaba a verse de color gris oscuro, por lo que Fred pensó que sería mejor volver a tierra firme.
   La tormenta avanzó rápidamente y pronto la tuvieron encima. Las olas zarandeaban el barco, que quedó a su merced como una insignificante cáscara de nuez. Todo giraba como si estuvieran en el centro mismo de un huracán.
   El yate quedó encayado en unas rocas. Fred tomó a su hija en brazos con la única intención de salir de allí. Llovía tanto que apenas veía por donde pisaba. Se refugiaron en una especie de cueva entre las rocas hasta que amainó la tormenta.
   A la mañana siguiente salió el sol, no había ni rastro de la tormenta, todo estaba en calma, solo el yate permanecía encayado como única prueba de lo acontecido.
Fred acompañó a Anna a la playa y la sentó en la arena para que pudiera secarse al sol, mientras él volvió al barco para ver los daños ocasionados y buscar algo para comer. La maquinaria estaba destrozada y el motor partido en dos..., intentó conectar la radio pero tampoco funcionaba. Lo demás aunque revuelto parecía estar en buenas condiciones. Tomó un brik de leche y un paquete de madalenas y volvió a la playa junto a Anna.
   A pesar de la situación, Fred intentó mantener la calma, por tranquilizar a Anna y porque estaba seguro de que pronto les localizarían. Poco a poco desembarcó toda clase de objetos que quedaron esparcidos por la playa, todo podía serles útil.
   Tomó una rama seca y con ella escribió un SOS todo lo grande que pudo, luego cubrió las letras con los libros de la extensa colección de que disponía el yate, para que pudieran leer mejor su mensaje de socorro desde el aire.
   Pasaron los días, pero no vieron ningún avión sobrevolar la zona en su busca. Fred estaba nervioso y desmoralizado, pero no quería que su hija se diera cuenta y actuaba con naturalidad, como si esa aventura formara parte de las vacaciones.
   En los días sucesivos, Fred dedicó la mayor parte del día a construir una cabaña. Anna siempre quiso tener una casita en un árbol, era el momento de complacerla, y hacer un juego de aquella difícil situación a la que Fred no sabía cómo hacer frente. Su vida siempre había sido fácil y ahora debía demostrar a su hija cómo sobrevivir con la única ayuda de sus propias manos.
   Tardó un tiempo en concluir la casa pero no importaba, porque el tiempo ya no existía, talló a mano cada mueble, con delicadeza como si intuyera que ese sería su último hogar...
   Por último, recogió los libros de la arena, convencido ya de que nadie vendría a rescatarlos, y los fué colocando minuciosamente sobre las estanterías por orden alfabético.
   Anna sentía que aquello ya no era un juego, pero no decía nada, la resignación se apoderó de los dos.
   Fred pasaba horas leyendo libros a Anna e inculcándole a ella el placer por la lectura, quizás algún día ellos publicaran su propia aventura...
   Los días eran casi idénticos, por la mañana solían ir por agua a un arroyo cercano. El agua era transparente, pasaban mucho tiempo allí entre los árboles y la vegetación, la naturaleza les daba casi todo lo que necesitaban.
   Un día, Fred escuchó un ruido lejano, sonaba por encima de los árboles..., el sonido era cada vez más cercano, ¡parecía un helicóptero!. Rápidamente subió por la senda que conducía a lo más alto del acantilado. Sus pies sangraban por las heridas que le hacían las rocas, pero él no sentía dolor. Había una esperanza para salir de allí y no podía desperdiciarla.
   Llegó sin aliento a la cumbre, pero solo pudo ver alejarse el helicóptero que quedó reducido a un punto en el horizonte. Fred cayó hincando sus rodillas en las escarpadas rocas que le cortaron como un puñal, pero no sintió dolor, solo la desesperación de haber perdido la única oportunidad de salir de allí. Sus pies ya no podían sostenerle, se agarró como pudo a las resbaladizas rocas, con la mala suerte de perder el equilibrio. Cayó rodando unos metros hasta quedar al borde del abismo. Miró hacia abajo..., la vista se le nubló...
   Desde abajo Anna observaba. Su padre cayó al vacío, su cuerpo chocó contra las rocas desapareciendo entre las olas.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La casita del árbol.

   Daniel era periodista y escritor, vivía en Londres. En sus vacaciones eligió un sitio tranquilo para descansar y terminar su último libro. Llegó a las Bermudas y alquiló un yate para desplazarse a las islas más tranquilas, lejos del bullicio de los veraneantes. Encontró una pequeña isla que parecía solitaria, se aproximó, ancló el yate y con un bote neumático se acercó a la orilla.
   Efectivamente la isla parecía solitaria, justo lo que buscaba. Se adentró a explorar un poco, había mucha vegetación. Al pié de un árbol vió una muchacha leyendo un libro.
   - ¡Vaya, ésto no es tan solitario como creía! - pensó -.
   Se acercó. La chica le contempló con mirada inexpresiva, como si le diera igual su presencia, sin sobresaltos ni sorpresa.
   - ¿Qué haces aquí?, ¿estás sola?.
   Ella no contestó, pero no dejó de mirarle, ahora con curiosidad.
   - Parece que hay más gente de la que pensaba por aquí. ¿Viniste con amigos?.
   La chica se levantó y señaló hacia arriba del árbol. Había una pequeña cabaña a la que se podía acceder por una escala hecha de cuerdas.
   Ella subió e hizo un ademán a Daniel para que le acompañara. Su ropa era de hombre y le quedaba bastante grande.
   Daniel subió con cuidado, la cuerda no parecía muy segura, estaba bastante gastada por el uso.
   Se sorprendió al llegar arriba. Todo estaba escrupulosamente limpio y ordenado. La casita solo tenía una pieza. La mesa era un tronco tallado a mano con sus respectivos taburetes. Le llamó la atención las estanterías llenas de libros ordenados en un riguroso orden alfabético, todos escritos en inglés.
   La cama era una colchoneta de playa.
   - Me llamo Daniel, ¿y tú?.
   Ella no contestó, pero miró el bolsillo de Daniel, del que asomaba un bolígrafo. Daniel lo sacó del bolsillo y se lo dió. Ella abrió la primera página del libro que tenía en la mano y escribió : Anna.
   Daniel dedujo que Anna era muda, pero al menos podría comunicarse con ella por escrito.
   Anna volvió a cerrar el libro, y algo cayó revoloteando hasta el suelo, parecía una fotografía. Daniel se apresuró a agacharse para recogerla.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Quiero que me sientas.

   Que se mojen tus mejillas
cuando lloro.
   Que te arda la piel
si estoy al sol.
   Que en la noche
miremos la misma estrella
que parpadea.
   Que al cortar una rosa
huelas su perfume.
   Que la música que escucho
llegue a tus oídos
y erice tu piel.
   Mas,
si sufro,
no quiero que sufras,
sólo sentir tu energía
que me ayude a vencer
mis miedos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Un Cumpleaños muy especial.





   Tan especial como tú, Romeo. Te recuerdo hoy, día de tu cumpleaños, porque añoro tus continuas peleas con otros gatos, y tus travesuras, como aquella vez que destruiste un puzzle que estaba casi acabado..., que seas feliz, y hagas feliz a quienes te quieren. ¡Felicidades Campeón!. ¡Y que sigas tan esbelto! 
                                                                                                                                                                                                                               

lunes, 25 de agosto de 2014

La historia de Canelo.




   El protagonista de esta feliz historia es Canelo. El perro fué abandonado hace tiempo, y su actual dueña, lo recogió y cuidó. La semana pasada Virtudes, que así se llama ella, sufrió un accidente de tráfico, que le obligó a permanecer más de veinte horas en su vehículo. Tras precipitarse por una altura de más de treinta metros, estuvo oculta bajo la vegetación durante todo el día. Canelo no paró de ladrar hasta que localizaron el coche de la mujer, los bomberos consiguieron rescatarla de madrugada.
   Virtudes dijo, agradecida :
   - Ya estamos empatados, yo le salvé a él, y ahora él me salvó la vida.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Mazmorra.

 



Hace años, fuí a Segovia con unas amigas. Visitamos El Alcázar, subimos arriba por una estrecha escalera desgastada por los años. Apenas cabían dos personas para subir y bajar. En los laterales había mazmorras, con sus rejas en las ventanas. Era escalofriante imaginarse estar allí dentro encerrada.
   Algunos recordarán El Alcázar como el castillo del vídeo juego Resident Evil 4.
   Después de bastantes años, volví a subir al Alcázar de Segovia. Me costó más esfuerzo, por los años que no pasan en balde... En un determinado momento me detuve, para descansar y hacerme una foto en una de sus mazmorras. Me agarré a las rejas, como queriendo arrancarlas para escapar, y las piedras cedieron, sepultándome.
   Inmóvil, gritaba para que alguien me ayudara a salir. Parecía que no me escuchaba nadie. Después de un tiempo, que para mí fué eterno, alguien empezó a levantar las piedras...
   Mis ojos no podían creer lo que veían. Guardias con armadura y espada me levantaron bruscamente.
   Supuse que era el rodaje de una película, pero los guardias me ataron y arrojaron a otra mazmorra.
   Desde entonces estoy aquí, encerrada entre cuatro paredes húmedas, con la única compañía de alguna rata que comparte conmigo el poco pan que me dan. Sin saber cómo me trasladé a la Edad Media, y sin saber cómo regresar al siglo XXI, y escribiendo sobre la pared, y con mi propia sangre, lo que seguramente serán mis últimas palabras.

domingo, 10 de agosto de 2014

Perseida. (Cuento infantil).

   Tomy contemplaba triste a su hermano Isaac mientras agarraba su mano. Eran gemelos. Recordaba el día en que dió una patada a aquel balón, y cómo Isaac corrió hacia él..., después aquel coche que le atropelló. Hacía casi un año. Desde entonces permanecía en coma. Los médicos no sabían si algún día saldría de él. Y Tomy se sentía culpable, triste y muy solo sin su hermano. Sus padres le llevaban de vez en cuando al Hospital para que le viera, aunque sabían que era muy doloroso para él.
   Era Agosto, y Tomy miraba el televisor. Anunciaban una lluvia de estrellas, como siempre en esas fechas, eran las perseidas, también llamadas lágrimas de San Lorenzo, porque se suelen ver sobre el diez de Agosto.
   -  La costumbre es pedir un deseo cuando ves una estrella fugaz - decía la locutora -.
   Esa noche, Tomy se levantó y miró por la ventana. No vió ninguna estrella. Durante varios días hizo lo mismo, hasta que una noche, apoyado en la ventana, casi a punto de dormirse, vió cruzando el cielo una estrella, pasó tan rápido que apenas alcanzó a verla. Pidió un deseo.
   Se levantó temprano y salió a la calle, caminó durante horas, hasta que llegó a un río, allí, exhausto, a la sombra de un gran chopo, se tumbó y se quedó dormido.


   Su madre no le encontraba por ningún lado.
   - ¡¡Tomy!! - gritó, pero fué en vano. Nadie le había visto.
   Prepararon una batida con perros, cayó la noche y aún no le habían encontrado, encendieron las linternas, y siguieron buscando.


   Cuando Tomy despertó ya era de noche. Se asustó, se sintió perdido y solo..., tenía miedo, escuchaba ruidos en la noche y todo estaba oscuro. A unos metros de él, vió algo que brillaba. Se acercó con cuidado de no caer al río. Parecía una estrella que brillaba trémula.
   - ¡Perseida! - gritó Tomy - ¡Sabía que habías caído por aquí!. ¡Te encontré!.
   Le dió miedo cogerla, por si se quemaba, con cuidado, puso el dedo índice de su mano derecha sobre la estrella. Estaba fría. La tomó en su mano, el tacto era suave, rápidamente, se iluminó con un resplandor que abarcó toda la vereda del río.
   -¡Tomy!- gritaban a lo lejos unas voces.
   Tomy hizo señales con la estrella en su mano, a modo de linterna.
   - ¡Aquí! - contestó él -.
   El chico corrió a los brazos de su padre, mientras la estrella fué apagándose lentamente.
   Perdió el conocimiento. Su padre le llevó al Hospital, tenía heridas en los pies y algo de fiebre. El médico le dejó ingresado en observación, aunque no parecía tener nada grave. Tenía el puño cerrado. De noche, cuando todos creían que dormía, Tomy abrió su mano, tenía una pequeña piedra, muy suave. Bajó de su cama y fué a la habitación de Isaac. Le pasó la piedra por los párpados.
   - Está fría - Isaac abrió los ojos -.
   Tomy se asustó, y paralizado sintió el abrazo de su hermano.
   - ¡Isaac! - al grito las enfermeras entraron -.
   Hubo un gran revuelo esa noche en el Hospital. Isaac salió del coma, y Tomy estaba seguro que fué Perseida quien le curó.
   La recuperación de Isaac fué lenta. Aprendió a caminar de nuevo. No mantenía el equilibrio y sus músculos estaban entumecidos. La rehabilitación fué dolorosa, pero con la ayuda de Tomy, y su tesón, lo consiguió en pocos meses.


   Paso un año de aquello. Agosto era caluroso. Tomy e Isaac salieron una noche oscura. Tomy sacó una piedra de su bolsillo, le dió un beso, Isaac hizo lo mismo, después la lanzó lejos. La piedra se iluminó, y dibujó un arco perfecto de ciento ochenta grados.
   - Perseida, cumple hoy muchos otros deseos, como cumpliste el mío.
   Los dos hermanos contemplaron abrazados el haz de luz que dejó la estrella.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Crío.







   Y mírate como has crecido
En qué te has convertido
Y quien creció contigo
Sabe bien que llegaras a ser
Lo que querías ser ya desde crío...


 

domingo, 3 de agosto de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo VI).

 



Diana tenía dieciocho años. Todos los comentarios que hizo en la página de Arthur eran sobre música. Nunca contó nada de su vida privada. Solo su edad. En su foto se veía alegre. Era rubia, con el pelo muy corto, y tenía tatuado en la cara un lunar en forma de corazón.
   La zona de Callao estaba tomada por la policía secreta. Dentro y fuera del Metro. No se sabía dónde vivía Diana, ni por dónde vendría.
   La puerta del fnac se llenó de fans de Antonio Orozco. Todas querían un disco firmado por él. Entre la multitud, la policía buscaba una joven rubia de pelo corto.
   Por la calle Preciados, con una pequeña mochila al hombro, se acercaba una chica de esas características. Uno de los policías se acercó a pedirle un cigarro.
   - No fumo - dijo ella -.
   El policía comprobó que llevaba un corazón tatuado en la cara.
   - Gracias de todos modos - dijo él -.
   Discretamente vigilaron todos los pasos de Diana. Cuando consiguió su disco firmado salió contenta a la calle. Entró en un Burger King a merendar, y después estuvo mirando ropa en las tiendas de la zona. Se compró una camiseta en Zara. Miró el reloj y se dirigió hacia el Metro. Fué a sacar el billete de una máquina, pero se tragó la moneda y el billete no salió.
   Se acercó un vigilante de seguridad.
   - ¿Puedo ayudarte?.
   - La máquina no funciona. Se tragó mi moneda.
   El vigilante sacó un puñado de llaves de un bolsillo. Levantó la mano y con un movimiento rápido clavó una de las llaves en un costado de Diana.
   Al instante, dos policías le sujetaron por los brazos. Entre las llaves llevaba un estilete, que fué lo que realmente hundió en el cuerpo de Diana.
   Una ambulancia trasladó a Diana al Hospital. La herida era profunda, pero no afectó a ningún órgano vital.


   Doc fué detenido. Se llamaba en realidad Alberto. Fué expulsado de la Universidad por protagonizar varias peleas y por consumir drogas. Entró a trabajar como vigilante en el Metro por recomendación de su padre, que era conductor.
   En su casa tenía información sobre muchas chicas. Las tenía clasificadas. Todas ellas pasaban por la Línea 5. Esa era su Línea, donde él debía mantener el orden.
   La policía consiguió recuperar las imágenes originales. En todas ellas estaba Alberto.
   Andrea subió las escaleras, y cuando llegó arriba, él se acercó. Ella confió por su uniforme. Alberto con una sola mano, le empujó escaleras abajo.
   A Belinda le ofreció una botella de agua. Ella le conocía, todos los días hablaba con él. No podía sospechar nada. Se bebió el agua..., las imágenes eran claras.
   Carmen entró en Gran Vía, estuvo de pié agarrada a una barra. Tras ella estaba Alberto. En un momento en el que el vagón estaba muy lleno, él aprovechó y le clavó una jeringuilla de insulina.
   Carmen se volvió para atrás al sentir el pinchazo, pero pensó que fué el paraguas de una señora que estaba tras ella.


   Alberto declaró en el juicio que lo hizo por saber qué se sentía al matar, ya que nunca podría saber lo que es salvar vidas... Y que tras la primera muerte, sintió una especie de adicción que le hizo seguir matando..., fué condenado a treinta años de prisión.
   Diana sobrevivió, y Arthur aconsejó a sus lectores no dar muchos datos personales...


                                                    FIN.

sábado, 2 de agosto de 2014

Muerte en la Línea 5.(Capítulo V).

   Los comentarios de Andrea también eran muy claros. Trabajaba en una Sucursal Bancaria en Alonso Martínez. Repetidas veces se quejó del mal funcionamiento de las escaleras mecánicas, muchas veces tuvo que subir andando porque estaban estropeadas.
   - Hoy me enganché el tacón en la ranura de las escaleras. Casi me caigo y me mato...
   Fué uno de sus últimos comentarios.


   - Se están equivocando. Repito que soy inocente. Cualquiera puede leer, al igual que ustedes, esos comentarios, y utiliza la información. Un asesino anda suelto, mientras yo estoy detenido. Y en cualquier momento puede volver a matar.
   - Que raro, no hay ningún comentario negativo - dijo Ruíz -, ¿No tienes detractores en tu blog?.
   - Sí, pero los comentarios insultantes los elimino.
   - Trataremos de recuperar esos comentarios, quizá encontremos alguna pista.
   Les llevaría mucho tiempo, pues eran muchos los seguidores de Arthur, también los detractores.


   El comisario quiso visualizar de nuevo las imágenes de las cámaras del Metro. Algo se les había escapado.
   Los expertos dijeron que había imágenes que habían sido borradas. A todas les faltaban unos minutos. Era claro que alguien las había manipulado. ¿Quién podía tener acceso a la sala de control de las cámaras?.
   - Solo el personal de Seguridad..., dijo el director del Metro.


   - Mmm..., Arthur, ¿quién es Doc?.
   - Un estudiante de Medicina, buena gente. Es casi nuestro médico, siempre nos aconseja cuando tenemos algún problema leve de salud.
   - Acaba de escribir un comentario muy raro.
   Doc : A, B,C... D.
   - ¿Qué puede ser?
   - Quizás algo relacionado con las vitaminas A, B, C y D.
   El comisario fijó la vista al frente sin parpadear. Su gesto era de preocupación.
   - Andrea, Belinda, Carmen... D. ¡La próxima empieza por D!. ¡Su secuencia es el orden alfabético!.
   - Pero no puede ser, Doc sería incapaz...
   - Los psicópatas son siempre los menos sospechosos.
   Buscaron chicas cuya inicial fuera D, había pocas, Diana dejó un comentario el día anterior.
   - Mañana voy al fnac. Antonio Orozco firma discos.¡Estaré allí a las seis en punto!.
   Justo en la mitad de la Línea 5. Metro Callao.

viernes, 1 de agosto de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo IV)

   Arthur había leído en la prensa las muertes de las chicas en el Metro, pero no sabía que dos de ellas eran seguidoras suyas. Se extrañó al ver a la policía en la puerta de la emisora.
   Él facilitó toda la información que le pidieron. Dijo no recordar a ninguna de las chicas.
   Pero ellas habían escrito varios comentarios en su blog, y Arthur les había respondido en varias ocasiones.
   - Escribe mucha gente, y a veces respondo, eso no quiere decir que los conozca, pero hay muchos que son asiduos y tenemos un trato más personal.
   La policía inspeccionó bien cada comentario. Belinda contó con pelos y señales dónde tocaba el violín. Esperaba que Arthur le pusiera en contacto con algún director de música que le diera una oportunidad, o que la escuchara, aunque fuera en el Metro.
   Carmen no hizo muchos comentarios, pero tiempo atrás escribió sobre sus bajadas de azúcar. Fué un día que estuvo a un concierto y tuvo que atenderle el SAMUR. También el día antes de su muerte, comentó que al día siguiente saldría por la Gran Vía, para hacer fotos de edificios históricos de Madrid, para un trabajo de la Facultad.
   La policía dudó..., Arthur tenía demasiada información sobre ellas.
   - ¿Tampoco recuerdas estos comentarios?.
   - Bueno, ahora que los vuelvo a leer, sí..., pero no los relacioné con las chicas del Metro.
   El comisario Ruiz quiso leer con más profundidad cada comentario, esperando encontrar más pistas. Se detuvo al ver una foto. Su cara le era familiar. Junto a la foto de perfil, su nombre, Andrea Hernández. Era la primera chica que murió al caer por las escaleras. Eso ya eran demasiadas casualidades...
   - Arthur Gil, queda usted detenido. Acompañenos a comisaría. Debemos interrogarle.
   - Les aseguro que es un error, ustedes se equivocan. ¡Soy inocente!.

jueves, 31 de julio de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo III)

   En el ordenador de Belinda, la policía encontró muy poca información. Básicamente lo utilizaba para ver partidos de baloncesto de la NBA. Y para comunicarse con su familia, en Murcia. Ella vivió allí, hasta que conoció a Oscar, que estaba veraneando en la costa. Se enamoraron y al poco tiempo, Belinda se trasladó a Madrid. Desde entonces vivían juntos. Su ilusión era tocar el violín en una orquesta, y en Madrid tenía más posibilidades.


   Por otra parte, Carmen, era estudiante de Arquitectura. Su ordenador tampoco dió mucha luz a la policía. Lo usaba lo justo. Básicamente para buscar información relacionada con sus estudios. Y también para jugar. Le relajaba en su tiempo libre. Al igual que Belinda, tenía pocos contactos.
   Pero algo llamó la atención del comisario. Ambas eran muy aficionadas a la música. En su historial tenían repetidas entradas a una misma página. Era de una emisora de radio. Había cientos de jóvenes seguidores de Arthur, era un conocido locutor de esa emisora.
   Al no existir otros indicios, el comisario Ruiz, decidió interrogar a Atthur.


   Paralelamente, Oscar, como primer sospechoso, recibió la visita de la policía en su domicilio. Le preguntaron por la marca de agua mineral que bebían...
   - Siempre hemos bebido agua del grifo. En Madrid es muy buena. Cuando murió Belinda, yo no estaba en Madrid, tuve que trasladarme a Barcelona por motivos de trabajo. Al enterarme, regresé rápidamente en el puente aéreo.
   Apenas podía articular palabra, hizo un gran esfuerzo por no llorar y venirse abajo.
   La policía comprobó que todo lo que dijo era cierto. El agua fué comprada en una máquina expendedora del Metro. El número de lote lo confirmaba.

miércoles, 30 de julio de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo II).

   El comisario Ruiz se personó en el depósito de cadáveres. Al parecer el médico forense encontró en el cuerpo de Carmen una aureola roja, alrededor de lo que parecía ser un pinchazo. Estaba en la espalda, por lo que se podía deducir casi con seguridad, que alguien le había inyectado insulina. Y que esa fué la causa de la hipoglucemia y de su posterior muerte.
   La grabación de las cámaras de seguridad no aclararon nada. Carmen subió al tren en Gran Vía. Estuvo de pié hasta que una señora se levantó, se apeó en Quintana. Entonces, ella se sentó, sacó el móvil y se puso a jugar. Todo se veía normal. Las imágenes no mostraban nada raro.
   La policía habló con los padres y amigos, por si sabían de algún enemigo de Carmen, por tener alguna pista para iniciar la investigación.
   Nadie sabía nada, ni dónde estuvo esa tarde, ni con quién, pero todos conocían sus esporádicas bajadas de glucosa, siempre leves, que ella misma detectaba, por eso siempre llevaba caramelos en el bolso. Cualquiera que quisiera eliminarla, sabía cómo hacerlo.


   El novio de Belinda fué a la comisaría Ella nunca tomó ningún tipo de droga. Era muy deportista. Había participado en varias maratones. Él pensaba que alguien le administró la droga.
   Las imágenes tampoco mostraban nada raro. La cámara estaba situada al principio del pasillo, por lo que se veían lejanas. Pero al aumentarlas tampoco mostraban ningún movimiento sospechoso de nadie. Solo las personas que se inclinaban para dejar algunas monedas. Y Belinda que, cuando dejaba el violín, bebía agua de una botella. La misma en la que se encontraron restos de droga disueltos...
   La policía preguntó en el vecindario. La relación con su novio Oscar, al parecer, no era muy buena. Tenían continuas discusiones porque él no quería que tocara el violín en el Metro. Oscar se convirtió en el principal sospechoso.


   El único caso que parecía fortuíto, era el de Andrea. Las cámaras de seguridad, sí grabaron la caída. Subía sola, nadie pudo empujarla. Era su recorrido diario. Cada día pasaba por allí a la misma hora, camino del trabajo.
   El comisario Ruiz pidió a la familia de Carmen y al novio de Belinda los ordenadores de las chicas, por si habían recibido alguna amenaza por las redes sociales, o encontraban alguna pista que ayudara a esclarecer sus muertes.

lunes, 28 de julio de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo I)

   El tren llegó al final del trayecto. Los viajeros se dispusieron a bajar apresurados. En unos minutos, ya no quedó nadie dentro..., salvo una joven que permanecía sentada, ensimismada con un juego del móvil, en el primer vagón.
   Era la hora del relevo de los conductores. Se saludaron, y uno de ellos se percató de que aún había alguien dentro del vagón.
   - Señorita, es el final de Línea - le dijo, dándole en el hombro -.
   Su cuerpo cayó hacia un lado, como si fuera de plomo. El teléfono se escurrió de entre sus manos hasta el suelo. Uno de los conductores intentó encontrarle el pulso. Era inútil, estaba muerta.


   La autopsia desveló que había muerto por una hipoglucemia, aparentemente por muerte natural.
   Era el tercer cadáver que se encontraba en quince días en la Línea 5 del Metro de Madrid. Y todos de chicas jóvenes.
   La primera, Andrea. Fué encontrada muerta en las escaleras mecánicas de Alonso Martínez. Nadie vió nada. Cayó desde arriba y se fracturó el cráneo. El informe médico y policial dedujo que fué un accidente.
   Belinda era una joven que a falta de trabajo estable, tocaba el violín, casi siempre en el largo pasillo de Acacias. Su música se escuchaba desde que bajabas del tren hasta que hacías el transbordo en Embajadores. Era un deleite escucharla. Apareció muerta. Su violín y su dinero estaban intactos.
   El forense dijo que murió por sobredosis de alguna droga sintética.
   Y ahora Carmen. En Alameda de Osuna. Todas muertas en la Línea 5. Sin relación entre ellas. Y sin nada que hiciera sospechar a la policía que pudiera haber alguien tras esas muertes.

Recordando...





jueves, 10 de julio de 2014

Mundo submarino.( y 5)

   Diego sintió una mano tocándole el pelo, estaba despertando y no sabía donde estaba.
   - ¿Marina?.
   -¿Quién es Marina?. Soy Sandra. ¿Qué te pasó?. Te encontraron medio desnudo en un islote. Habías desaparecido hace tres años...
   Diego abrió los ojos. Apenas recordaba a Sandra. Miró al lado de ella, había un hombre.
   - Te dieron por muerto. Éste es mi marido, Fede, nos casamos hace dos meses.
   A Diego le costaba articular las palabras, había estado demasiado tiempo casi sin hablar. Era más fácil comunicarse con Marina.
   No le salían las palabras, cerró los ojos y no dijo nada.
   Poco a poco se fué recuperando en el Hospital. Sandra dejó de visitarle, viendo que no quería hablar con ella. Estaba completamente solo.
   - Marina, - pensó -.
   Pero Marina no contestaba.
   La herida cicatrizó bien, a punto estuvo de perder la pierna, pero los médicos lograron controlar la infección a tiempo.


   - Diego...
   Diego percibió ese pensamiento de una forma muy débil.
   -¡¡Marina!!. ¡¡Por fín!!. ¿Dónde estás?.
   - Cerca de donde te encontré. En una cala. Estoy en la arena.
   - ¿En la arena?. No puedes estar ahí mucho tiempo. Mi niña, vé al agua.
   - No Diego..., dijiste que me querías, pero preferiste tu libertad. Mi única libertad es morir...
   - ¡No, Marina!, espérame, ya estoy casi recuperado. Pronto podré andar bien. Volveré contigo.
   - Tu mundo es ese, Diego. Nunca debí retenerte. Pero estoy tan sola...
   - Marina, me tuviste prisionero, eso no debe hacerse, pero yo no me sentí obligado a amarte, te amé de verdad, libremente, y lo sigo haciendo. Espérame, por favor.
   - Es tarde. El agua está lejos. Mis escamas se secan. No puedo respirar. Adios Diego. Sé libre. Te quiero.


   Ya no supo más de Marina. Salió del Hospital, aún cojeaba un poco. No tenía dónde ir. Calpe estaba cerca. Sandra le había dejado una tarjeta de crédito. Fué a un cajero, apenas recordaba cómo sacar dinero. Luego fué a la playa. Se sentó en un chiringuito a comer algo. Miraba el horizonte, no sabía como dar sentido a su vida. Se miró la pierna, tenía una larga cicatriz, curiosamente con forma de sirena. Era como un tatuaje.
   Después de comer, fué a la parada de autobús y sacó un billete hasta Calpe.


   Donde terminaba la carretera que bordea el Peñón, continuaba una senda, entre las rocas estaba la cala... Diego miraba nervioso a todos lados, como queriendo encontrar algo
   Vió brillar un objeto entre las rocas. Diego se agachó, la mano le temblaba al coger con cuidado la cadena con una llave..., era de Marina. Se la puso al cuello. Después, hecho jirones, descolorido, encontró restos de la parte superior de un bikini. No había nada más.
   -¡¡¡Marina!!!. - gritó Diego -.
   La voz pareció volver a él con fuerza.
   Se quitó la ropa, y fué entrando en el mar. Ya no tenía rabia, solo una extraña calma..., esperaba oir cantar a Marina, pero todo era silencio. Ni siquiera las olas hacían ruido al romper en la orilla. Imaginó que Marina cantaba, que le llamaba, y decidió compartir su libertad..., entró en el mar, hasta que desapareció.
   Apenas unas burbujas subieron a la superficie.



 


                                   
                                                " Porque el amor les mató".

miércoles, 9 de julio de 2014

Mundo submarino. (4)

 



Diego perdió la noción del tiempo. Al principio contaba los días amontonando piedrecitas, cada día colocaba una. Pero ya no había más piedras en aquel islote, y al final Diego desistió y se olvidó del tiempo.
   No le faltaba nada para vivir, salvo la libertad... Marina le proporcionaba todo lo que necesitaba. Cuando estaba a su lado se sentía como hipnotizado, no tenía deseos de escapar. Todos sus deseos eran para Marina, se acostumbró al tacto frío de sus labios, de sus manos. Era una mezcla de dulzura y pasión que nunca le había dado nadie.
   Cuando estaba triste, ella emitía unos sonidos similares a canciones, que le calmaban, eran como una droga para él.
   Solo cuando Marina se ausentaba volvían sus deseos de libertad. Era entonces cuando quería escapar. Lo intentó varias veces. Tal como pensó, bajo el mar era imposible salir, recordó aquel estrecho túnel. Aún así saltó al agua por si había alguna otra salida. Buceó, pero sus pulmones no pudieron contener tanto oxígeno, le faltaba la respiración. Se preguntó por dónde habían escapado los otros. Entonces miró hacia arriba. Vió la roca escarpada y al final la luz.
   - ¿Y si por ahí...?. El próximo día lo intentaré, hoy estoy agotado.
   Pero Marina se ausentaba muy poco, y cuando ella estaba, Diego no tenía voluntad propia. Vivía un dulce cautiverio a su lado.


   Al fín, un día intentó la escapada hacia arriba. Marina fué a buscar alimentos. Diego sabía que tardaría un buen rato en volver. Trepó por las rocas, al principio fué fácil, eran rocas pequeñas, similares a escalones. Pero más arriba eran escarpadas y estaban erosionadas por la acción del agua que caía entre ellas. Resbalaba. Debía ir con cuidado. Mucho cuidado.
   Apenas podía agarrarse. Llegó un momento que le pareció tan imposible subir como bajar..., pero debía intentar llegar arriba.
   Como era inevitable, Diego resbaló y cayó...
   Marina lo encontró en el suelo herido.
   -¡Diego!, ¿Qué te pasó?.
   - Me dí contra una roca, nadando...
   Diego olvidó que Marina leía su pensamiento. Ella frunció el ceño.
   -Ya...
   Tenía una herida abierta en la pierna que sangraba mucho, le hizo un torniquete con la cadena.
   - No te muevas, ahora vuelvo.
   Diego apenas podía moverse, se quedó quieto esperando a que volviese. No tardó mucho, traía unas algas curativas que colocó a Diego en la herida.
   - Ésto te curará - dijo -.


   Pero la herida era muy profunda y terminó infectándose. Diego tenía fiebre, y cada vez más alta.
   Marina no sabía que hacer.
   En sus delirios, Diego le decía que la quería, pero que le quedaban pocos días de vida. Que solo podrían curarle en un Hospital.
   - ¿Qué es un Hospital?.
   - Un lugar donde curan a los enfermos - pensó medio en sueños Diego-.
   Marina lloraba. Por primera vez supo lo que era llorar. Su decisión fué muy difícil. Lo primero era conseguir una botella de oxígeno. Nadó más rápido que nunca hasta el club náutico, pero no vió ningún barco allí. Un poco más lejos divisó una lancha neumática, más que nadar, voló hasta ella. Estaba anclada, no había nadie dentro. En su interior, varios pulpos aún se movían. Supuso que abajo estaría el submarinista. Siguió observando, y al fín dió con lo que buscaba. Tomó la bombona de oxígeno y volvió a la cueva.
   Diego estaba cada vez peor. Ya no la conocía
   - ¿Quién eres?.
   Marina le colocó la boquilla, y puso la botella a su espalda, lo tomó en brazos y se lanzó al agua
   Nadó y nadó. Debía dejarle donde pudieran encontrarle pronto.
   Llegó hasta el islote de Benidorm. Había gente cerca, en un yate.
   Marina empezó a cantar para atraer su atención.
   Dos jóvenes saltaron al agua y se acercaron nadando. Encontraron a Diego.
   - Está muy mal. Se habrá caído, debe llevar varios días aquí.
   Llamaron por el móvil a emergencias. Rápidamente llegó un helicóptero que trasladó a Diego al Hospital de Denia.


                                     (Continuará).
 

domingo, 6 de julio de 2014

Mundo submarino (3).

 


 Marina sabía donde buscar comida. Ya lo había hecho otras veces. No entendía por qué a los humanos no les gustaba el pescado crudo. Estaba delicioso.
   Llegó al puerto deportivo de Altea, frecuentado por grandes magnates árabes. Solo tenía que elegir un yate. Sigilosamente fué nadando entre ellos, hasta que en uno encontró lo que buscaba. Una nevera portátil. De un salto, ágilmente subió a cubierta. Tomó la nevera y volvió a saltar al mar.
   El ruido que hizo al entrar en el agua alertó a la pareja que estaba en el barco tomando el sol.
   - Habrá sido un pez - dijo él -.
   - Por el ruido, tan grande como un delfín, - respondió ella -.
   No se percataron hasta mucho más tarde de que les faltaba la nevera.


   Diego intentaba romper de alguna forma la cadena que le mantenía sujeto a esa argolla de piedra, parecía tallada a mano, y era más dura que el hierro. Imposible soltarse.
   Marina surgió del agua como una Diosa. Sonriente, entregó la nevera a Diego. Éste la abrió. En su interior había varios bocadillos de jamón y queso, botes de Coca-Cola y fruta. Comió con ansia, mientras Marina le observaba con sus ojos verde claro, parecían esmeraldas, brillaban más cuando miraban a Diego...
   - Estaba todo exquisito, dijo Diego después de soltar un fuerte eructo, se tapó la boca, haciendo un gesto de disculpa.
   - Lo siento. Demasiada Coca-Cola.
   Y se echó a reir. Ambos rieron durante un buen rato.
   Diego descubrió que la nevera tenía un bolsillo lateral. Lo abrió, dentro había un bañador de chico y un bikini.
   - ¿Me quitas la cadena para ponérmelo?. Ya me molesta el traje de neopreno.
   - No. Contestó rotunda Marina.
   - No voy a escaparme. ¿No confías en mí?, me ahogaría por esos túneles sin oxígeno.
   Marina dudó. Con la llave que llevaba al cuello abrió el candado y soltó la cadena. Diego la abrazó. Fué una sensación rara, estaba fría.
   Diego se desnudó y se puso el bañador. Marina observaba sin pudor. Después él le lanzó la parte de arriba del bikini.
   - Ésto es para tí - le dijo riendo -.
   - Me gusta, me lo abrochas?...
   Diego sintió que le ardía todo el cuerpo, se acercó a ella y le abrochó el sujetador, procurando que sus dedos apenas la rozaran. Los dos empezaban a sentir una extraña complicidad y una atracción que Diego no podía asimilar.


                                       (Continuará)

jueves, 3 de julio de 2014

Mundo submarino (2)


 



 En la superficie el equipo de salvamento empezaba la búsqueda de Diego. Su novia denunció su desaparición, después de esperar con angustia que Diego saliera a flote.
   Los submarinistas de la Guardia Civil bucearon por todo el fondo marino sin éxito. No encontraron ningún objeto de él, ningún rastro.
   La búsqueda se prolongó varios días, con la última esperanza de que el cuerpo saliera a la superficie.


   Diego se acercó a la mujer, el agua era totalmente transparente, se quedó perplejo al mirar el cuerpo de ella..., se podía dibujar claramente la silueta de una cola de pez. ¡Era una sirena!.
   Diego creyó estar soñando.
   - Me llamo Diego, y tú ¿quién eres?.
   Ella no respondió.
   - ¿Y qué hago encadenado?.
   Ella le miró sin parpadear.
   - Me llamo Marina - pensó -. Te encadené para que no escapes, como los otros...
   Diego pudo leer sus pensamientos. Se dió cuenta que esa sería la manera de comunicarse con ella. Mentalmente.
   - Tengo hambre y ésto no me gusta.
   - Iré a buscar algo de comida.
   Y desapareció bajo el agua.


   Finalmente lo dieron por desaparecido. Suspendieron la búsqueda. Sandra no podía dejar de llorar, era triste una muerte así, sin ni siquiera poder recuperar el cadáver.


                                         (Continuará)

Mundo submarino.

 


 Llevaba años practicando el submarinismo. Tenía ganas de sumergirse en las cálidas aguas del Mediterráneo. Había escuchado sobre las maravillas del fondo del Peñón de Ifach. Esa gran roca que se erguía orgullosa en la Costa Blanca.
   El fondo era cristalino. Se sentía privilegiado de poder contemplar tanta belleza. Y tanto silencio. Solo de vez en cuando se oían los motores de los barcos pesqueros que arribaban al puerto.
   El paisaje marino era increíble, las estrellas de mar parecían bailar a cámara lenta entre los corales, y cientos de pequeños pececillos abrían su boca como queriendo saludarle.
   En el fondo vió un pulpo sobre una roca, curiosamente, parecía estar tomando el sol. Diego se acercó, y el pulpo salió como disparado, a gran velocidad. Le siguió, pero no podía alcanzarle. El pulpo entró en una especie de caverna, como un túnel subterráneo, que se fué estrechando cada vez más. Diego le perdió de vista. El túnel era tan estrecho que no podía dar la vuelta, solo avanzar hacia delante...con la esperanza de encontrar otra salida.
   El túnel parecía no acabarse nunca, y el oxígeno empezaba a escasear.
   Sus movimientos se hicieron cada vez más lentos. Sabía que en cualquier momento perdería el conocimiento.

   Se despertó en lo que parecía ser una isla subterránea, era muy pequeña y rodeada de mar. En la parte de arriba había una oquedad muy estrecha por donde se colaba el aire del exterior. Al final podía verse el brillo del sol.
   Estaba atado a una larga cadena, no sabía por qué, ni quién le había trasladado hasta allí.
   De una pequeña cascada manaba agua dulce. Tenía sed, el agua le supo a gloria.
   En una especie de cuenco, hecho con la mitad de algún molusco, había pescado crudo. Le dió asco comer aquello.
   Caminó hasta donde le permitía la cadena, tratando de desentumecer los músculos.
   Frente a él, en el agua empezaron a aparecer burbujas, emergió una hermosa mujer. Parecía desnuda, solo su larga melena cubría sus pechos.

                                 (Continuará)

viernes, 27 de junio de 2014

Piso 30.

   Entró en el ascensor sola, pulsó el botón del último piso.
   Mientras subía, mil recuerdos de su vida llegaron a su mente. Esbozó una leve sonrisa. Se diría que el ascensor no terminaba de llegar nunca arriba.
   -¡Clink!. Piso 30.
   Salió despacio, caminó por un largo y solitario pasillo, al final había una escalera que conducía a la azotea. Subió. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Miró a ambos lados de la puerta, vió una rejilla de ventilación. Tiró de ella y la arrancó. Saltó a través de aquel pequeño hueco y llegó a la azotea. Corría viento a tanta altura. Se aproximó al borde, subió un pequeño escalón y vió la calle a sus pies. Se acercó más, las puntas de sus zapatos sobresalían ya al vacío. Abajo los coches eran diminutos y las personas apenas se apreciaban.
   Tenía vértigo. Pero se acercó más. Sintió náuseas y ganas de vomitar. Decidió no mirar abajo. Estaba rígida, tenía miedo. Cerró los ojos y saltó...

                                                      *  *  *

   Saltó de la cama y despertó de esa pesadilla, se levantó sudorosa y fué a prepararse un té.
   Ya más tranquila volvió a la habitación y vió el tubo de somníferos vacío. Le dolía la cabeza, no sabía cuantas horas había dormido.
   Aquel sueño fué tan real que no estaba segura de que se tratara solo de una pesadilla.
   Se arregló un poco y salió a la calle. Caminando sin rumbo llegó a una plaza, justo enfrente vió un edificio muy alto...
   Entró, buscó el ascensor, y subió a la última planta, la treinta.
   Arriba caminó por un oscuro pasillo, al final había una sucia escalera que conducía a la azotea. La puerta estaba cerrada con llave.
   Miró a ambos lados de la puerta, y contrariada no vió rejilla ni ventana alguna. Aporreó la puerta queriendo salir...
   Decepcionada volvió sobre sus pasos hasta el ascensor. Mientras bajaba los treinta pisos, recordó su infancia, su juventud. Suspiró. El ascensor parecía no llegar nunca abajo.
   No paró en ningún piso, iba sola.
   -¡Clink!. Piso 0.
   Salió deprisa, le faltaba el aire.
   Ya fuera, al fín respiró profundo.
   Caminó de nuevo..., se sentó en una terraza de un bar, pidió una cerveza muy fría y unas aceitunas.
   Le gustaba contemplar a la gente que pasaba por la acera. Un niño se acercó, y le pidió una aceituna. Le dió todas. El niño le dió un beso, y su carita infantil le devolvió al fín una amplia sonrisa.

jueves, 26 de junio de 2014

Nadal.

 






   Un ejemplo de deportista. El mejor, gane o pierda. En aptitud y en actitud. Sencillo, sin tanta parafernalia. También ejemplo de superación, campeón, contra todo pronóstico, después de sus lesiones, orgulloso de ser español, y los españoles orgullosos de él.
   Todo lo contrario a "los de la roja". Saben ganar, pero no perder. Salieron por otra puerta en el aeropuerto de Madrid- Barajas, para no ver a los aficionados que esperaban con pancartas de apoyo, a pesar de su fracaso en el Mundial de fútbol.
   ¡Bravo por Nadal!, sin duda el mejor, y sin darse importancia.

domingo, 22 de junio de 2014

Puro sonido Fitipaldis.




 


Soy mentira y soy verdad
Mi reflejo vive preso dentro de un cristal
Todas las cosas que soñé
Todas las noches sin dormir
Todos los besos que enseñé
Y cada frase que escondí
y yo jamás te olvidare
Tu acuérdate también de mi
Nunca se para de crecer
Nunca se deja de morir

Serenidad.

   Me agarré a ese cable a tierra y me quedé pegada a él, ya no pude soltarme nunca. Miles de palabras bailaban a su alrededor, solo había que entretejerlas. Tenías razón, es mágico, como el destino caprichoso, que hace y deshace, como la vida y la muerte, que distan un solo segundo.
   Siento paz, porque amainó el temporal, porque las olas dieron paso a un mar en calma, porque sé que, aunque haya otros temporales, siempre volverá esta serenidad que ahora siento. Y tengo la seguridad de que esa conexión era y es auténtica.

domingo, 15 de junio de 2014

La espera.

 

   Sentada en un viejo columpio de madera, contemplaba el horizonte. Empezó a balancearse poco a poco, lentamente. Fué tomando impulso, estirando las piernas hacia delante y encogiéndolas atrás, así fué adquiriendo velocidad, a la vez que su cabello suelto seguía el ritmo de sus piernas, delante y detrás, rozando sus hombros.
   Para sus ojos era el paisaje el que se movía, las casas bailaban, y los árboles se aproximaban para luego alejarse.
   Y ella esperaba...
   El columpio fué tomando altura, hasta quedar casi en horizontal. Comenzó a sentir cosquillas en el estómago, y algo de vértigo. Se dió cuenta de que iba muy rápido. Detuvo sus piernas y las dejó colgar.
   El columpio fué perdiendo velocidad, el pelo revuelto caía ya sobre su espalda, y poco a poco el paisaje volvió a estar quieto.
   Sus pies ya tocaban el suelo, y al roce la tierra levantó un poco de polvo. Hacía calor, más después de sentir el aire en su cara.
   Volvió a mirar el horizonte, todo estaba igual, y ella seguía esperando...

miércoles, 11 de junio de 2014

¿Sabes...?

   ...Que cuando hablé contigo
supe que eras tú...
mío.
   Que me cegaron
tus ojos verdes
y ya no ví
más allá de ellos.
   Que fuiste el único
que me consoló
en lo peor...,
que la desdicha nos unió
más...
   Que con todas las cartas
en contra,
ganamos la partida.
   Que el tiempo nos sigue
manteniendo unidos,
tanto tiempo...?
   Sí, sí lo sabes.

viernes, 6 de junio de 2014

Tú eres el mejor.



De todo un tiempo curándome heridas,
he rescatado todo lo mejor.

Y el sentimiento me ha dado palabras que he convertido en esta
canción
Y pese a todo, qué hermosa es la vida, aunque regale a veces dolor
Aunque sea a veces cabrona perdida,
siempre hay un sitio para el amor
No te rindas nunca a la depresión.

Saca algo de fuerza de esta canción.
No abandones nunca, hay un lugar mejor, y lo llevas dentro de
tu corazón
De todo malo siempre hay algo bueno.
Del lado bueno hay algo mejor,
Y del mejor, saca lo que tú puedas, y gástalo con los de alrededor.
Date una fiesta en un día cualquiera.
Un homenaje: tú eres el mejor.

Deja que pasen esos nubarrones.
Tras la tormenta siempre sale el sol
Porque está claro, la vida es jodida, pero tú puedes darle un subidón.
Un subidón que cierre las heridas y las convierta en acorde mayor
Cómete al mundo mirando sus ojos, verás qué rico que sabe el cabrón
Y que la vida tiene muchas vidas, y es verdadera esta canción

jueves, 5 de junio de 2014

Verso suelto.

   Soy un verso suelto,
sin medida,
ni rima,
sin espacio
en un poema.
   Sin sitio propio,
como amapola
en un trigal,
como soldado
sin ejército.
   Escapando
y volviendo siempre
a ningún lugar.
   De poeta pobre
y desconocido,
pero al fín y al cabo,
verso soy...


miércoles, 4 de junio de 2014

La sonrisa imaginaria.

   Es verdad,
no puedo verte,
pero sé que existes.
   Que volviste
a un rostro
antes serio,
que retornaste
a unos labios
que merecen sonreír.
   A unos ojos
que sonríen también,
ahora,
me basta imaginarlo,
aunque mi espejo
me muestra
esa misma sonrisa,
idéntica,
tranquila...

viernes, 30 de mayo de 2014

¡Escapé!

   Desperté y no sabía donde estaba. Era una casa grande que nunca antes había visto. Estaba un poco mareada, me levanté y fuí hacia la puerta. Estaba cerrada con llave. Dí varias vueltas por la casa, no había nadie..., en una habitación que parecía de algún niño, llena de juguetes, había una pizarra, en ella, con tiza, estaba escrito un número. Volví al salón, había un cuadro torcido, fuí a ponerlo derecho, es una manía mía..., y el cuadro se cayó al suelo. Detrás de él había una caja fuerte. Pulsé el número de la pizarra, pero la caja no se abrió.
   Continué mirando, intenté abrir cajones, pero todos estaban cerrados con llave. Había un maletín sobre la mesa. Necesitaba una clave para abrirlo, introduje el número de la pizarra y ¡voilá!, se abrió. Dentro había una llave; corriendo fuí a la puerta, pero esa llave no entraba en la cerradura.
   Probé con todos los cajones hasta que uno de ellos se abrió. Dentro había otra llave...Empecé a escuchar unas risas burlonas, eran constantes, retumbaban en mis sienes. Abrí mil cajones, en el último había un sobre y dentro, una tarjeta con un número.
   Corrí a la caja fuerte, las carcajadas no dejaban de sonar, creí volverme loca, introduje el código y la caja se abrió. Dentro había una llave dorada y un DVD. Corrí a la puerta queriendo escapar cuanto antes..., pero la llave también necesitaba un código para abrir.
   Desesperada fuí al televisor y puse el DVD. Las imágenes eran de una celebración, parecía un cumpleaños. La gente parecía feliz, y ¡yo estaba entre ellos!. Las risas ahí sonaban diferentes, auténticas. Al finalizar ví un número rojo, corrí a la puerta, puse el número, la puerta se abrió. Por unos momentos dudé en salir, pensando en el vídeo, pero las risotadas burlonas me hicieron volver a la realidad.
   Salí corriendo, corrí y corrí, escapé..., ya lejos, respiré aire puro, volví la vista, pero ya no había nada.
   Entonces comencé a reir si parar, esa risa contagiosa que aunque quieras no puedes detener. Y pensé :
   - Quien ríe último, ríe mejor...

sábado, 24 de mayo de 2014

El duelo. (2ª Parte)

   James apretó la mano en el revólver, su mirada no se apartaba de John..., bruscamente, dió un giro, y se dió la vuelta caminando.
   Simultáneamente, John, creyendo que James hizo un intento de disparar, desenfundó el revólver, y disparó...hiriendo a James por detrás en un hombro.
   El revólver de John humeaba, James se alejó herido, sin volver la vista. John tiró el arma al suelo...
   Nadie salió, James tomó su caballo y se alejó...
   John cayó de rodillas y exclamó :
   - ¿Qué he hecho?.
   Afortunadamente la herida de James era superficial y logró cicatrizar en poco tiempo.
   La gente del pueblo murmuraba, unos decían que James era un cobarde, otros que el cobarde era John por disparar por la espalda..., algunos, incluso, que fué un accidente.
   Nunca más volvieron a verse las caras.

domingo, 18 de mayo de 2014

El laberinto.

   Era una tarde de domingo en la que Tony se sentía particularmente aburrido. Estaba solo y sin saber donde ir. Caminando, llegó al Parque de Atracciones, y entró, esperando distraerse un poco. Hacía tiempo que no iba, y había atracciones nuevas, vió una montaña rusa gigante..., pasó de largo. Le llamó la atención, por su aspecto tenebroso, El Laberinto. Sacó un ticket y atravesó la puerta...
   Después de pasar por varios pasillos, y de retroceder por no encontrar salida, llegó a una especie de cruce, donde había dos puertas. Le extraño que no hubiera nadie más allí dentro, lo que lo hacía aún más tenebroso. Dudó que puerta escoger, y se decidió por la más vieja y lúgubre.
   Al traspasar la puerta, ésta se cerró sola de un portazo, tras chirriar estrepitosamente. Tony avanzó, y de repente, todo se quedó a oscuras..., el corazón se le aceleró, buscó en su bolsillo un mechero para iluminarse, y en lugar de seguir adelante, retrocedió y volvió a la puerta. Intentó abrirla, la golpeó mil veces, gritó..., nadie respondió. La puerta seguía cerrada. Se armó de valor, y continuó adelante.
   Unos metros delante, vió una luz..., se apresuró para ver qué había. Según iba acercándose, pudo ver una silueta..., ya frente a ella, Tony dió un salto y gritó preso del pánico. ¡Era un esqueleto!. Aún tenía restos de ropa vieja. En la mano derecha llevaba una linterna, en la izquierda, un mapa, y colgada del cuello, una cantimplora.
   Recogió las tres cosas y siguió adelante. El esqueleto forma parte del decorado, pensó. Miró el plano, e intentó seguir la ruta. Encontró lo que parecía ser un río subterráneo; bien, estaba marcado en el plano...
   Continuó por el cauce del río, pero desde arriba, era un acantilado muy profundo, y no podía bajar. Al rato encontró una escala de cuerda, para bajar, estaba muy vieja, y seguro se rompería con su peso..., aún así, comenzó a bajar. Por increíble que parezca, la cuerda aguantó y no se rompió.
   Abajo había una balsa hecha de troncos, la echó al río y se subió en ella. El agua despedía un fuerte olor a azufre. Tenía sed, recordó la cantimplora, casi no tenía agua, con asco, bebió todo su contenido.
   Volvió a mirar el plano, una flecha indicaba seguir por el río hasta una especie de playa, ésta estaba marcada con una cruz. Cuando llegó al lugar indicado, Tony saltó de la balsa.
   Miró en todas direcciones, pero no vió salida. Al fín, cuando observó al fondo, vió una cristalera. A través de ella pudo ver cómo la gente que entró por la otra puerta, salía contenta del laberinto. Golpeó el cristal con las pocas fuerzas de que disponía, gritó..., pero nadie le escuchó.
   Exhausto, Tony cayó al suelo, y perdió el conocimiento. En la mano derecha la linterna, en la izquierda, el mapa, en el cuello la cantimplora...

viernes, 16 de mayo de 2014

El castillo.

   Por un momento, Rubén dejó a un lado su libro que le tenía abstraído. Sentado junto al mar, le llamó la atención un niño jugando solo con la arena. Sus manitas comenzaron a dar forma a un castillo medieval..., a cada rato, otros niños que jugaban a la pelota, le tumbaban el castillo a balonazos, y se reían. El niño empezaba de nuevo..., el castillo iba tomando forma, sus torreones, su muralla con las almenas, incluso hizo un foso alrededor. Cogió su cubo y fué a la orilla para llenarlo de agua, después la echó en el foso.
   El niño parecía feliz, mientras los otros niños miraban con envidia...
   La madre del niño vino y le trajo un helado, un polo de chocolate. Cuando lo acabó, con el papel hizo una bandera, la pinchó en el palo y la introdujo en lo más alto del castillo. Para él era su obra maestra.
   La marea iba subiendo, y las olas cada vez estaban más cerca del castillo..., al fín, una ola cubrió todo el castillo, que desapareció en el mar, solo quedó flotando en la orilla la bandera.
   Los otros niños empezaron a reirse, burlándose de él. El niño controló sus lágrimas.
   Rubén, a lo lejos contempló la escena. Se identificó con ese niño a quien se le acababa de derrumbar su castillo, algo también se había derrumbado en su vida. Además le recordó su propia infancia. Entonces se levantó, y dejó su libro sobre la toalla, las páginas revoloteaban, como si en cualquier momento el libro fuera a echar a volar.
   Se acercó al niño.
   - ¿Cómo te llamas?.
   - Luis.
   - Luis, construiremos otro castillo, más lejos del agua para que dure más.
   Luis asintió con la cabeza.
   Rubén se arrodilló en la arena y comenzó a construir el nuevo castillo. Los demás niños se alejaron corriendo. Uno de ellos se paró y volvió la cabeza. Luego se aproximó y contempló cómo hacían el castillo.
   - ¿Nos ayudas?. dijo  Ruben.
   - Bueno...
   Y entre los tres hicieron un castillo más grande y más duradero.
   Rubén sonrió a los niños, que ya se habían hecho amigos. Sintió que devolvió la ilusión a Luis, además de un nuevo amigo. También sintió que una nueva ilusión había nacido dentro de él...

jueves, 15 de mayo de 2014

San Isidro.

   15 de Mayo. Fiestas de San Isidro. Madrid.



   Madrid, Madrid, Madrid, pedazo de la España en que nací...

viernes, 9 de mayo de 2014

Abrazos.

   Te ví a lo lejos en el parque, dando patadas a una lata de refresco, las manos en los bolsillos, despeinado, con barba de varios días; los cascos puestos, escuchabas música. Estabas cabizbajo, sumido en tus pensamientos.
   Yo te miré sin parpadear, la mirada fija, tratando de descifrar esos pensamientos tuyos. Quise acercarme, hablarte, consolarte. Busqué mil palabras para decirte..., no encontré ninguna apropiada, sencillamente no existía ninguna palabra apropiada.
   Dí dos pasos..., me detuve y retrocedí, ¿qué hacer?.
   Entonces avancé, parecía como si el tiempo se hubiera detenido, como si solo yo me moviera; recuerdo los pájaros quietos en el aire, como en una fotografía.
   Según caminaba te veía más lejos, ahora el tiempo parecía retroceder, como si un solo minuto se convirtiera en una hora.
   Ya frente a tí me quedé quieta, mientras, tú levantaste poco a poco la vista hasta llegar a mi cara. Nos miramos fijamente. No nos dijimos nada, yo me acerqué un poco más, y te abracé, tan fuerte como pudieron mis brazos. Al instante sentí cómo tú respondías a mi abrazo, y apretabas también tan fuerte que casi quedé sin respiración. Entonces apoyé mi cabeza en tu hombro mientras sentía una lágrima recorrer mi mejilla.
   Ahí me dí cuenta que era yo quien necesitaba tu consuelo y cobijo.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Esa pieza de puzzle.

   Hace muchos años hice un puzzle de Sitges. Sitges es una preciosa localidad de Barcelona al borde del mar. Lo más difícil fué encajar las piezas del cielo, también las del mar, todas azules, aunque de distinto tono. Dicen que las piezas están troqueladas y son perfectas, pero a veces te empeñas en colocar alguna en el lugar que no es. Costó terminarlo, pero lo hice. Luego lo enmarqué y aún lo tengo colgado en la pared.
   En mi cielo azul celeste, tengo una pieza rebelde que no encaja, y está bien así, diferente a las demás, no está defectuosa, solo sobresale entre las otras. Me acostumbré a verla así, la acepté así, la quiero así...

martes, 6 de mayo de 2014

Sueños...

   Tras muchas pesadillas, recuperé mis sueños, esos de los que no quieres despertar. Abres los ojos, y al ver luz, los vuelves a cerrar, como queriendo prolongar ese sueño, como negando esa realidad que te trae el amanecer. Y aprietas los ojos, queriendo seguir ese sueño allá donde lo dejaste, y te resistes a levantarte de la cama, y, ya en pié, lo rememoras una y otra vez, como queriendo guardarlo intacto, tal como lo sentiste..., como sabiendo que al cabo del día, se irá difuminando poco a poco, hasta casi desaparecer... Y contarlo, ya no es lo mismo..., porque ya no lo sientes igual, aún así, quedó un bonito recuerdo.

jueves, 1 de mayo de 2014

Alma solitaria.

   Alma errante,
que ni busca
ni encuentra
consuelo
en ninguna parte.
   Por seguir el sur
perdiste el norte.
   Alma solitaria,
unida a un cuerpo
del que huye
tantas veces
para luego regresar.
   Retorna herida
a mí,
tan sola como antes,
pero más estúpida que nunca,
huérfana...
   Sigue vagando
errante,
sin norte, sin sur,
sin estrella que te guíe,
porque así eres tú.
 

miércoles, 30 de abril de 2014

Mi ruiseñor.

   El ruiseñor es un pájaro afín al petirrojo y a los tordos cantores, y tiene unos 16 centímetros de longitud. Su plumaje es modesto, de color pardo en el cuerpo, y rojizo vivo en la cola; la cabeza y los ojos poseen tal belleza, que el sólo mirarlo nos recrea.

   Desde que llegan a una región las hembras en la primavera, y mientras las cortejan, y ponen los huevos y los incuban, entonan sin cesar los machos sus maravillosas melodías.

   Los machos empiezan sus trinos y gorjeos para atraerse a la hembra que han elegido, y, habiéndolo alcanzado, cantan mientras fabrican su nido. En tanto que la hembra permanece echada sobre los huevos, canta el macho noche y día para alentarla; pero así que los polluelos salen del cascarón, cesa el canto. El ruiseñor padre tiene también que ayudar a buscar orugas, huevos de hormigas, gusanillos y pequeños escarabajos para alimentar a sus hambrientos hijos, de suerte que no le queda tiempo para cantar. Parece haber perdido la voz, y sólo emite un graznido áspero que recuerda el croar de la rana. Si el nido ha sido robado poco después de la puesta de los huevos, canta el macho mientras construyen otro y hasta que empieza la incubación, pero raras veces lo hace mientras empolla la hembra una segunda nidada.

                                                     *  *  *

   Envidio a las aves que pueden volar libres, por eso no soporto ver un pájaro enjaulado, si tuvo la suerte de nacer con alas, ¿por qué dejarlo morir en una jaula?.
   En un árbol, frente a mi casa, anida todos los años una pareja de ruiseñores. El macho canta noche y día. Cada primavera le espero. Él canta y yo le contesto silbando. Entonces, él se pica y canta más fuerte.
   Este año, como todos, mi ruiseñor apareció en primavera y comenzó a cantar, y yo le silbaba..., pero a los pocos días dejé de escucharle, no sé que pasó ni a dónde fué...
   Escucho otros ruiseñores a lo lejos, en el río, pero no es lo mismo...

martes, 29 de abril de 2014

El duelo.

   Ahí estaban los dos frente a frente. La mano en el revólver, tratando de medir sus fuerzas, a ver quién era el más rápido. Sabiendo que ninguno iba a ganar, los dos iban a perderlo todo...
   Se miraban fijamente a los ojos, la mirada de ambos era dura, muy dura. Pero dentro de sus mentes los recuerdos se agolpaban. Recuerdos de amistad, ¿cómo habían llegado a ésto?.
   Ninguno parecía echarse atrás.
   La calle estaba desierta, pero el movimiento de las cortinas tras las ventanas delataba a cuantos observaban.
   Había mucha tensión, el aire era denso...
   ¿Quién desenfundaría primero?.
                           (Continuará)

domingo, 27 de abril de 2014

El Lobo Estepario.

   "La mayor parte de los hombres no quiere nadar antes de saber". ¿No es ésto espiritual?. ¡No quieren nadar, naturalmente!. Han nacido para la tierra, no para el agua. Y, naturalmente, no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡no para pensar!. Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ése podrá acaso llegar muy lejos en ésto; pero ese precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará.

                                                                  *         

   También el lobo tiene dos o más de dos almas dentro de su pecho de lobo, y quien desea ser un lobo incurre en el mismo olvido que el hombre de aquella canción: "Feliz quien volviera a ser niño". El hombre simpático, pero sentimental, que canta la canción del niño dichoso, quisiera volver también a la naturaleza, a la inocencia, a los principios, y ha olvidado por completo que los niños no son felices en absoluto, que son capaces de muchos conflictos, de muchas desarmonías, de todos los sufrimientos.

                                                                 *           

   Hijo mío, tomas demasiado en serio al viejo Goethe. A los viejos, que ya se han muerto, no se les puede tomar en serio, eso sería no hacerles justicia. A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma. La seriedad, joven, es cosa del tiempo; se produce, ésto por lo menos quiero revelártelo, se produce por una hiperestimación del tiempo. También yo estimé demasiado en mis días el valor del tiempo, por eso quería llegar a los cien años. En la eternidad, sin embargo, no hay tiempo, como ves: la eternidad es solo un instante, lo suficientemente largo para una broma.

   Fragmentos de "El Lobo Estepario" de Hermann Hesse.