miércoles, 24 de diciembre de 2014

Angelito.

   Tenía un angelito. Cada noche me transportaba en una nube de terciopelo blanco hacia un mundo de color y fantasía.
   Una noche mientras sobrevolábamos el océano, al borde mismo de la nube, me asomé a ver el mar, era de un azul intenso y se reflejaba en él la luna llena.
   De pronto sentí un golpe seco en la espalda, me tambaleé, perdí el equilibrio y caí al vacío...
   Mi ángel me había empujado. Mientras caía a gran velocidad, aún pude mirar hacia arriba, y allí estaba, sentado en su nube, con sonrisa malévola y ojos perversos.
   A pocos metros del agua, dura como hormigón, mi cuerpo sólo esperaba el golpe final...
   Desperté sobresaltada y sudorosa, con el corazón al borde del infarto.
   Angelito...

lunes, 22 de diciembre de 2014

Para nuestra Lily.

  Ya no existe el tiempo,
porque se detuvo
cuando te fuiste.
  Y dejaste un aroma
a rosa y jazmín
que perfuma
cada rincón de Talismàn,
cada rincón de Escape.
  Y tu recuerdo sigue vivo
en nuestra mente,
y en cada uno
de nuestros corazones.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Lágrimas.

   Esas lágrimas
que se escapan
por el desagüe
de la ducha,
esas lágrimas
que nadie ve,
y que arrastra
el agua,
como barquito
tocado y hundido,
y sin poder
salir a flote...

viernes, 19 de diciembre de 2014

Hay otra publicidad...




         Me conmovió el niño escritor.




     

Navidad.

   Como cada año, Carlos acudió al centro de Madrid en Navidad. Él sabía que las cosas eran diferentes desde hacía un año, aunque no entendía muy bien el por qué.
   Su padre se quedó en paro, y tras varios meses sin poder pagar la hipoteca, el banco les embargó la vivienda. Ahora vivían en casa de sus abuelos maternos, y aunque con estrecheces, al menos no les faltaba un plato de comida.
   Este año Papá Noel le dejó un osito de peluche, que Carlos llevaba abrazado mientras contemplaba el espectáculo de Cortylandia. A su alrededor, otros niños jugaban con sus respectivos juguetes, la mayoría electrónicos, otros niños estrenaban bicicleta o patines. Carlos otros años también recibió muchos juguetes, por eso miraba a los niños con cierta envidia, pero callaba...
   Su madre hizo un gran esfuerzo para llevarle a ver la ciudad iluminada, para que Carlos pudiera disfrutar como siempre de la Navidad. 
    En una esquina de la Gran Vía, Carlos vió un niño de aspecto triste abrazado a su madre. Estaban sentados en el suelo y apenas unas monedas sobre un cartón parecían ser su única posesión.      
    La gente pasaba a su lado sin ni siquiera mirarlos. Un hombre que corría a coger el autobus, dió una patada al cartón y las monedas se diseminaron por la acera.    
    Carlos se soltó de la mano de su madre y corrió a recogerlas. Miró al niño, y sin dudarlo, le dió su osito de peluche. Después volvió a agarrarse a su madre y continuó caminando. Al volver la vista atrás vió al niño abrazado al oso, apretó la mano de su madre, que agachándose le besó en la frente.   
     Así fué como Carlos descubrió que el verdadero espíritu de la Navidad está en compartir y hacer felices a los demás.



lunes, 15 de diciembre de 2014

Nada de nada.

La espuma del mar.
Un grano de sal,
o de arena.
Una hebra de pelo.
Una mano sin dueño.
Un instante de miedo.
Una nota perdida.
Una palabra vacía
en un poema.
Una luz de mañana.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie.
Un copo nieve.
Una lluvia que llueve.
Un pensamiento.
Un abismo entreabierto.
Una palabra callada.
Un "lo siento".
Un paso sin huella.
Soy un camino
que no tiene destino.
Una estrella apagada.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie.
Un soplo de vida.
Una verdad que es mentira.
Un sol de invierno.
Una hora en tu noche.
El silencio de adioses.
Un sin quererlo.
Un segundo en tus sueños.
Soy un peldaño
subiendo tu escalera.
Una gota sin agua.
Así de pequeña soy yo.
Nada de nada.
Nada de ti, nada de mi.
Una brisa sin aire soy yo,
nada de nadie...

          Cecilia.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Luces...

   Miré fijamente al sol, como retándole con la mirada, sin parpadear. No sentí nada, no quemaban mis ojos, seguía viendo nítida esa luz que desprendía, pero no hería mis retinas, no entendía por qué. Seguí mirando, aunque la luz ya era tenue, no deslumbraba tanto,  entonces empecé a ver más claro en esa ligera semioscuridad, ví la luna, clara y bella. Y sentí, muy a mi pesar, que a veces las cosas no son lo que parecen, o lo que creemos ver...