domingo, 6 de julio de 2014

Mundo submarino (3).

 


 Marina sabía donde buscar comida. Ya lo había hecho otras veces. No entendía por qué a los humanos no les gustaba el pescado crudo. Estaba delicioso.
   Llegó al puerto deportivo de Altea, frecuentado por grandes magnates árabes. Solo tenía que elegir un yate. Sigilosamente fué nadando entre ellos, hasta que en uno encontró lo que buscaba. Una nevera portátil. De un salto, ágilmente subió a cubierta. Tomó la nevera y volvió a saltar al mar.
   El ruido que hizo al entrar en el agua alertó a la pareja que estaba en el barco tomando el sol.
   - Habrá sido un pez - dijo él -.
   - Por el ruido, tan grande como un delfín, - respondió ella -.
   No se percataron hasta mucho más tarde de que les faltaba la nevera.


   Diego intentaba romper de alguna forma la cadena que le mantenía sujeto a esa argolla de piedra, parecía tallada a mano, y era más dura que el hierro. Imposible soltarse.
   Marina surgió del agua como una Diosa. Sonriente, entregó la nevera a Diego. Éste la abrió. En su interior había varios bocadillos de jamón y queso, botes de Coca-Cola y fruta. Comió con ansia, mientras Marina le observaba con sus ojos verde claro, parecían esmeraldas, brillaban más cuando miraban a Diego...
   - Estaba todo exquisito, dijo Diego después de soltar un fuerte eructo, se tapó la boca, haciendo un gesto de disculpa.
   - Lo siento. Demasiada Coca-Cola.
   Y se echó a reir. Ambos rieron durante un buen rato.
   Diego descubrió que la nevera tenía un bolsillo lateral. Lo abrió, dentro había un bañador de chico y un bikini.
   - ¿Me quitas la cadena para ponérmelo?. Ya me molesta el traje de neopreno.
   - No. Contestó rotunda Marina.
   - No voy a escaparme. ¿No confías en mí?, me ahogaría por esos túneles sin oxígeno.
   Marina dudó. Con la llave que llevaba al cuello abrió el candado y soltó la cadena. Diego la abrazó. Fué una sensación rara, estaba fría.
   Diego se desnudó y se puso el bañador. Marina observaba sin pudor. Después él le lanzó la parte de arriba del bikini.
   - Ésto es para tí - le dijo riendo -.
   - Me gusta, me lo abrochas?...
   Diego sintió que le ardía todo el cuerpo, se acercó a ella y le abrochó el sujetador, procurando que sus dedos apenas la rozaran. Los dos empezaban a sentir una extraña complicidad y una atracción que Diego no podía asimilar.


                                       (Continuará)

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