miércoles, 30 de julio de 2014

Muerte en la Línea 5. (Capítulo II).

   El comisario Ruiz se personó en el depósito de cadáveres. Al parecer el médico forense encontró en el cuerpo de Carmen una aureola roja, alrededor de lo que parecía ser un pinchazo. Estaba en la espalda, por lo que se podía deducir casi con seguridad, que alguien le había inyectado insulina. Y que esa fué la causa de la hipoglucemia y de su posterior muerte.
   La grabación de las cámaras de seguridad no aclararon nada. Carmen subió al tren en Gran Vía. Estuvo de pié hasta que una señora se levantó, se apeó en Quintana. Entonces, ella se sentó, sacó el móvil y se puso a jugar. Todo se veía normal. Las imágenes no mostraban nada raro.
   La policía habló con los padres y amigos, por si sabían de algún enemigo de Carmen, por tener alguna pista para iniciar la investigación.
   Nadie sabía nada, ni dónde estuvo esa tarde, ni con quién, pero todos conocían sus esporádicas bajadas de glucosa, siempre leves, que ella misma detectaba, por eso siempre llevaba caramelos en el bolso. Cualquiera que quisiera eliminarla, sabía cómo hacerlo.


   El novio de Belinda fué a la comisaría Ella nunca tomó ningún tipo de droga. Era muy deportista. Había participado en varias maratones. Él pensaba que alguien le administró la droga.
   Las imágenes tampoco mostraban nada raro. La cámara estaba situada al principio del pasillo, por lo que se veían lejanas. Pero al aumentarlas tampoco mostraban ningún movimiento sospechoso de nadie. Solo las personas que se inclinaban para dejar algunas monedas. Y Belinda que, cuando dejaba el violín, bebía agua de una botella. La misma en la que se encontraron restos de droga disueltos...
   La policía preguntó en el vecindario. La relación con su novio Oscar, al parecer, no era muy buena. Tenían continuas discusiones porque él no quería que tocara el violín en el Metro. Oscar se convirtió en el principal sospechoso.


   El único caso que parecía fortuíto, era el de Andrea. Las cámaras de seguridad, sí grabaron la caída. Subía sola, nadie pudo empujarla. Era su recorrido diario. Cada día pasaba por allí a la misma hora, camino del trabajo.
   El comisario Ruiz pidió a la familia de Carmen y al novio de Belinda los ordenadores de las chicas, por si habían recibido alguna amenaza por las redes sociales, o encontraban alguna pista que ayudara a esclarecer sus muertes.

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