domingo, 15 de junio de 2014

La espera.

 

   Sentada en un viejo columpio de madera, contemplaba el horizonte. Empezó a balancearse poco a poco, lentamente. Fué tomando impulso, estirando las piernas hacia delante y encogiéndolas atrás, así fué adquiriendo velocidad, a la vez que su cabello suelto seguía el ritmo de sus piernas, delante y detrás, rozando sus hombros.
   Para sus ojos era el paisaje el que se movía, las casas bailaban, y los árboles se aproximaban para luego alejarse.
   Y ella esperaba...
   El columpio fué tomando altura, hasta quedar casi en horizontal. Comenzó a sentir cosquillas en el estómago, y algo de vértigo. Se dió cuenta de que iba muy rápido. Detuvo sus piernas y las dejó colgar.
   El columpio fué perdiendo velocidad, el pelo revuelto caía ya sobre su espalda, y poco a poco el paisaje volvió a estar quieto.
   Sus pies ya tocaban el suelo, y al roce la tierra levantó un poco de polvo. Hacía calor, más después de sentir el aire en su cara.
   Volvió a mirar el horizonte, todo estaba igual, y ella seguía esperando...

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