domingo, 18 de mayo de 2014

El laberinto.

   Era una tarde de domingo en la que Tony se sentía particularmente aburrido. Estaba solo y sin saber donde ir. Caminando, llegó al Parque de Atracciones, y entró, esperando distraerse un poco. Hacía tiempo que no iba, y había atracciones nuevas, vió una montaña rusa gigante..., pasó de largo. Le llamó la atención, por su aspecto tenebroso, El Laberinto. Sacó un ticket y atravesó la puerta...
   Después de pasar por varios pasillos, y de retroceder por no encontrar salida, llegó a una especie de cruce, donde había dos puertas. Le extraño que no hubiera nadie más allí dentro, lo que lo hacía aún más tenebroso. Dudó que puerta escoger, y se decidió por la más vieja y lúgubre.
   Al traspasar la puerta, ésta se cerró sola de un portazo, tras chirriar estrepitosamente. Tony avanzó, y de repente, todo se quedó a oscuras..., el corazón se le aceleró, buscó en su bolsillo un mechero para iluminarse, y en lugar de seguir adelante, retrocedió y volvió a la puerta. Intentó abrirla, la golpeó mil veces, gritó..., nadie respondió. La puerta seguía cerrada. Se armó de valor, y continuó adelante.
   Unos metros delante, vió una luz..., se apresuró para ver qué había. Según iba acercándose, pudo ver una silueta..., ya frente a ella, Tony dió un salto y gritó preso del pánico. ¡Era un esqueleto!. Aún tenía restos de ropa vieja. En la mano derecha llevaba una linterna, en la izquierda, un mapa, y colgada del cuello, una cantimplora.
   Recogió las tres cosas y siguió adelante. El esqueleto forma parte del decorado, pensó. Miró el plano, e intentó seguir la ruta. Encontró lo que parecía ser un río subterráneo; bien, estaba marcado en el plano...
   Continuó por el cauce del río, pero desde arriba, era un acantilado muy profundo, y no podía bajar. Al rato encontró una escala de cuerda, para bajar, estaba muy vieja, y seguro se rompería con su peso..., aún así, comenzó a bajar. Por increíble que parezca, la cuerda aguantó y no se rompió.
   Abajo había una balsa hecha de troncos, la echó al río y se subió en ella. El agua despedía un fuerte olor a azufre. Tenía sed, recordó la cantimplora, casi no tenía agua, con asco, bebió todo su contenido.
   Volvió a mirar el plano, una flecha indicaba seguir por el río hasta una especie de playa, ésta estaba marcada con una cruz. Cuando llegó al lugar indicado, Tony saltó de la balsa.
   Miró en todas direcciones, pero no vió salida. Al fín, cuando observó al fondo, vió una cristalera. A través de ella pudo ver cómo la gente que entró por la otra puerta, salía contenta del laberinto. Golpeó el cristal con las pocas fuerzas de que disponía, gritó..., pero nadie le escuchó.
   Exhausto, Tony cayó al suelo, y perdió el conocimiento. En la mano derecha la linterna, en la izquierda, el mapa, en el cuello la cantimplora...

1 comentario:

  1. Creo que también hubiese elegido esa puerta .. ;)
    Muy bueno Encarni

    ResponderEliminar