domingo, 10 de agosto de 2014

Perseida. (Cuento infantil).

   Tomy contemplaba triste a su hermano Isaac mientras agarraba su mano. Eran gemelos. Recordaba el día en que dió una patada a aquel balón, y cómo Isaac corrió hacia él..., después aquel coche que le atropelló. Hacía casi un año. Desde entonces permanecía en coma. Los médicos no sabían si algún día saldría de él. Y Tomy se sentía culpable, triste y muy solo sin su hermano. Sus padres le llevaban de vez en cuando al Hospital para que le viera, aunque sabían que era muy doloroso para él.
   Era Agosto, y Tomy miraba el televisor. Anunciaban una lluvia de estrellas, como siempre en esas fechas, eran las perseidas, también llamadas lágrimas de San Lorenzo, porque se suelen ver sobre el diez de Agosto.
   -  La costumbre es pedir un deseo cuando ves una estrella fugaz - decía la locutora -.
   Esa noche, Tomy se levantó y miró por la ventana. No vió ninguna estrella. Durante varios días hizo lo mismo, hasta que una noche, apoyado en la ventana, casi a punto de dormirse, vió cruzando el cielo una estrella, pasó tan rápido que apenas alcanzó a verla. Pidió un deseo.
   Se levantó temprano y salió a la calle, caminó durante horas, hasta que llegó a un río, allí, exhausto, a la sombra de un gran chopo, se tumbó y se quedó dormido.


   Su madre no le encontraba por ningún lado.
   - ¡¡Tomy!! - gritó, pero fué en vano. Nadie le había visto.
   Prepararon una batida con perros, cayó la noche y aún no le habían encontrado, encendieron las linternas, y siguieron buscando.


   Cuando Tomy despertó ya era de noche. Se asustó, se sintió perdido y solo..., tenía miedo, escuchaba ruidos en la noche y todo estaba oscuro. A unos metros de él, vió algo que brillaba. Se acercó con cuidado de no caer al río. Parecía una estrella que brillaba trémula.
   - ¡Perseida! - gritó Tomy - ¡Sabía que habías caído por aquí!. ¡Te encontré!.
   Le dió miedo cogerla, por si se quemaba, con cuidado, puso el dedo índice de su mano derecha sobre la estrella. Estaba fría. La tomó en su mano, el tacto era suave, rápidamente, se iluminó con un resplandor que abarcó toda la vereda del río.
   -¡Tomy!- gritaban a lo lejos unas voces.
   Tomy hizo señales con la estrella en su mano, a modo de linterna.
   - ¡Aquí! - contestó él -.
   El chico corrió a los brazos de su padre, mientras la estrella fué apagándose lentamente.
   Perdió el conocimiento. Su padre le llevó al Hospital, tenía heridas en los pies y algo de fiebre. El médico le dejó ingresado en observación, aunque no parecía tener nada grave. Tenía el puño cerrado. De noche, cuando todos creían que dormía, Tomy abrió su mano, tenía una pequeña piedra, muy suave. Bajó de su cama y fué a la habitación de Isaac. Le pasó la piedra por los párpados.
   - Está fría - Isaac abrió los ojos -.
   Tomy se asustó, y paralizado sintió el abrazo de su hermano.
   - ¡Isaac! - al grito las enfermeras entraron -.
   Hubo un gran revuelo esa noche en el Hospital. Isaac salió del coma, y Tomy estaba seguro que fué Perseida quien le curó.
   La recuperación de Isaac fué lenta. Aprendió a caminar de nuevo. No mantenía el equilibrio y sus músculos estaban entumecidos. La rehabilitación fué dolorosa, pero con la ayuda de Tomy, y su tesón, lo consiguió en pocos meses.


   Paso un año de aquello. Agosto era caluroso. Tomy e Isaac salieron una noche oscura. Tomy sacó una piedra de su bolsillo, le dió un beso, Isaac hizo lo mismo, después la lanzó lejos. La piedra se iluminó, y dibujó un arco perfecto de ciento ochenta grados.
   - Perseida, cumple hoy muchos otros deseos, como cumpliste el mío.
   Los dos hermanos contemplaron abrazados el haz de luz que dejó la estrella.

1 comentario: